Ver a Françoise en los rodajes no es ninguna novedad. Por el contrario, ella se ha convertido en una presencia habitual en el equipo. Su espacio natural se encuentra entre los focos, integrada en la parcela de iluminación. Pero cuando la hemos necesitado delante de la cámara ha demostrado esa naturalidad y esa desenvoltura que convierten a los actores en piezas codiciadas por cualquier director. Si, además de resultar eficaz, versátil y responsable durante el trabajo, ocurre, como es el caso, que a todos nos parece una compañera divertida, leal y muy cariñosa, no es difícil entender que nuestra Françoise Méner esté considerada una pieza esencial en el engranaje que mueve la maquinaria del Taller. Ella, por propios méritos, se ha convertido poco a poco en un clásico durante los rodajes y en nuestros corazones.
domingo, 14 de agosto de 2011
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