martes, 25 de septiembre de 2007

Paradise Now

Como esta semana tenemos un parón ya que tenemos que montar todo lo que hemos rodado, para que no decaiga el ambiente en el Blog voy a recomendar algunas películas.

Empiezo por Paradise Now, muchos de vosotros ya la habreis visto pero yo la vi este fin de semana y no tiene desperdicio.

Si quereis recomendar alguna pelicula me la haceis llegar a traves del correo electrónico y la cólgare en el blog.

PARADISE NOW

Dirección: Hany Abu-Assad.Países: Palestina, Holanda, Francia y Alemania.Año: 2005.Duración: 90 min.Género: Drama.Interpretación: Kais Nashef (Saïd), Ali Suliman (Khaled), Lubna Azabal (Suha), Amer Hlehel (Jamal), Hiam Abbass (Madre de Saïd), Ashraf Barhoum (Abu-Karem), Mohammad Bustami (Abu-Salim), Mohammad Kosa (Fotógrafo), Ahmad Fares, Oliver Meidinger (Abu-Shabaab).Guión: Hany Abu-Assad y Bero Beyer.Producción: Bero Beyer, Roman Paul, Hengameh Panahi, Amir Harel y Gerhard Meixner.Música: Tina Sumedi.Fotografía: Antoine Heberlé.Montaje: Sander Vos.Diseño de producción: Olivier Meidinger.Vestuario: Walid Maw'ed.

SINOPSIS
Khaled (Ali Suliman) y Saïd (Kais Nashef) son dos jóvenes palestinos, amigos desde la infancia, a los que reclutan para llevar a cabo un atentado suicida en Tel Aviv. Después de una última noche con sus respectivas familias, de las que no les está permitido despedirse, parten hacia la frontera con explosivos pe-gados al cuerpo. Sin embargo, nada sale como estaba planeado y una serie de imprevistos les obliga a separarse. Solos, no les queda más remedio que enfrentarse a su destino y a sus convicciones... Esta pelí-cula, rodada íntegramente en Nablus, propone una interesante visión de la vida cotidiana de personas en circunstancias desesperadas. Ex-plora las legítimas razones de la resistencia a la ocupación sin justifi-car en ningún momento la pérdida de vidas humanas.

CRÍTICA por Nieves Limón Serrano
No hay más que acudir a un periódico o detenerse ante la pantalla del televisor para observar cómo aumenta, con un goteo continuo, el número de muertos en Palestina, cómo se suman capítulos a esa his-toria de odio y guerra que nos parece perteneciente al comienzo de los días, pero que se remonta a una fecha relativamente cercana: finales de los años cuarenta. Ese conflicto tan complejo y a la vez tan usado para rellenar horas y horas de material audiovisual o editorial ha sido retratado, en la mayoría de los casos, con un perfil claramente infor-mativo dejando de lado la realidad que allí se vive como sólo la preten-dida veracidad y buscada objetividad informativa saben hacerlo. Leyen-do cualquier titular (“nueve muertos en un ataque suicida en Tel- Avid”, por ejemplo) podemos sentirnos cada vez más lejos de lo que está su-cediendo, sin comprender las cifras y los datos impersonales a los que se empeñan en no poner cara, como si fuesen actuados sin más por entes inmorales sobre los que no hay que tomar partido.
Ante esta desesperante situación ha sido un palestino con pasaporte holandés que pasó parte de su vida en Israel quien ha decidido ponerle fin, así Hany Abu-Assad recupera sus raíces palestinas y se traslada a la Cisjordania de la segunda entifada para contarnos "Paradise now", la historia de dos jóvenes palestinos amigos desde pequeños que de-ciden actuar ante la ahogante ocupación de su ciudad (Nablus) de la única manera que comprenden como posible, por lo que recubren su cuerpo de explosivos y se lanzan al ataque secundados por una orga-nización de artificieros caseros, ideólogos que no se inmolan y leyen-das mártires. Para ello, y para recuperar el realismo perdido en los do-cumentales alejados concienzudamente de la raíz del problema, el di-rector rueda el film en 35 milímetros y en la zona de Cisjordania, lo que le supuso un verdadero calvario (cada día tenían que parar de fil-mar al estar en zona de fuego cruzado y seis técnicos alemanes aban-donaron el rodaje, entre otras dificultades), pero también lo que dio como resultado una imagen lejos del movimiento, la rapidez, o la mala calidad justificable para ciertos géneros componiendo, de esta mane-ra, una verdadera historia con principio y fin, con personajes, con localizaciones tanto interiores como exteriores reales e in-dagando, ahora sí, en la vida de dos suicidas, en su día a día, en sus motivaciones o en la falta de éstas que permiten estimular al espectador y, cuanto menos, hacerle pensar en la otra cara de la mo-neda, en la ambigüedad que suponen los términos de víctima y opre-sor.
Saïd (Kais Nashef) y Khaled (Ali Suli-man) son dos jóvenes palestinos que ven pasar sus anodinas horas en una ciudad sitiada, donde las aspiraciones vitales de todo ser humano quedan reducidas para ellos en beber té tumbados en los cam-pos de Nablus, arreglar coches en un ta-ller, pasar el tiempo con sus familias marcadas por el dolor y pensar en la sali-da a aquel calvario calmado que va me-llando sus esperanzas de futuro con la misma lentitud que una cruel tortura eje-cutada poco a poco. La aparente parsi-monia en la que se desenvuelven se reve-la como una participación activa en la causa palestina, por lo que, guiados por las cabezas destacadas de la organización (por llamar de alguna manera a un grupo de habitantes de Nablus que comparten el ideal común de la liberación palestina apoya-dos, éstos sí, en creencias religiosas arraigadas que no parecen tan patentes en las vidas de los protagonistas), deciden inmolarse para la liberación común del pueblo y de su propia persona, mostrando un sentido de la vida y de la muerte desconocido para la mentalidad occidental pero de fácil comprensión si entendemos ciertas situacio-nes. Será el influjo femenino (en Suha, amiga de Saïd) el que siembre la duda de sus acciones y el que haga reaccionar a los protagonistas y a los espectadores ante unas alternativas quizá posibles.
Con fondo abrumador, se ha optado por una fotografía sencilla y cer-cana, de campos desaliñados, calles llenas de escombros y casas más que humildes que retratan muy acertadamente la realidad cotidia-na, pues no hace más que acercarse a esa realidad. Estamos ante un film situado lejos de la grandilocuencia, que cuida tanto la his-toria como la estética y que no intenta buscar justificaciones a los hechos pero sí causas de los mismos.

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